viernes, 29 de diciembre de 2006

EN HOMENAJE A HUGO CORES

EN HOMENAJE A HUGO CORES

“Si olvido y memoria, al decir de Borges, son como cara y ceca de una misma moneda ¿Cuál es la relación entre olvido y omisión?
El olvido es del orden del inconsciente, la omisión es racional e intencional.
Si bien el olvido no es ingenuo, menos lo es la omisión”.
(Tomado de “Docencia y Memoria”, del Sindicato Unificado de los Trabajadores de la Educación Fueguina, CETERA-CTA).

Las organizaciones gremiales de nuestro país, son algo más que la actividad que realizan en el presente. Son una construcción donde se deposita la cultura obrera, los aportes de nuestros antecesores. Por esa razón, además de la preservación de ellas - en tanto parte de nuestro patrimonio y herramienta imprescindible de lucha-, es importante no perder en la dinámica de las urgencias del momento los aportes de quienes, como José D´Elia y Hugo Cores, forman parte de nuestro mejor pasado. No es un simple ritual, el hecho de que en el pasado 1º de mayo, el PIT/CNT, los haya homenajeado.
En este espacio hoy queremos, a la vez que rendir homenaje a Hugo Cores quien fuera vicepresidente de la CNT, referirnos al tema de la memoria y los desafíos actuales. Para ello, nada más adecuado que rescatar el propio pensamiento de Cores al respecto.
La memoria, que es imprescindible para vincularnos al pasado, era para Cores un elemento que nos ponía en mejores condiciones para no perder de vista los “orígenes” de los temas del “presente”. Al respecto, cuando reflexionaba, refiriéndose por ejemplo, a los reclamos que dieron origen a la ley 18.033 , decía: “Algunos temas presentes en el debate de hoy requieren no perder de vista sus orígenes (…) tiene que ver con un aspecto de fondo del pasado de nuestra sociedad sobre el que existen opiniones encontradas (…) En este como en otros terrenos, la memoria es un campo de batalla. Se enfrentan hombres, partidos y siempre, por encima y por debajo, todopoderosas, las clases sociales”.
Para Cores, los que poseían el poder económico, el de los medios de comunicación y que controlan el aparato estatal “trazan y reproducen una visión del curso histórico”. Seguramente por eso, la iniciativa que desde el aparato estatal (Poder Ejecutivo ejercido por integrantes de la izquierda) se impulso de reparar conjuntamente a las victimas del terrorismo de Estado y a las supuestas víctimas de la “sedición”, causó tanto desconcierto en filas de la izquierda y el movimiento popular.
De esos tres elementos –poder económico, de los medios de comunicación y el aparato estatal-, se supone que el último, cambio radicalmente de manos. Por esa razón es impensable que desde el aparato estatal con su actual conformación, se sostenga una visión, que como bien lo han señalado las organizaciones defensoras de los derechos humanos, fortalece las manida “teoría de los dos demonios”.
Ese periodo que se intenta explicar a partir de esa teoría, era muy bien registrada por Cores, cuando reclamaba que en ese tema “sería importante, al menos entre nosotros, ponerse de acuerdo”.
En ese registro minucioso, Cores anotaba:”En los 60 y 70, miles de hombres y mujeres se rebelaron contra las injusticias y los despojos que los gobiernos colorados de la época imponían a los trabajadores. (...) en el principio fue la congelación salarial. Y la represión para quienes rechazaban el despojo. Los cuarteles y las cárceles se abrieron para alojar a los que protestaban contra eso. Así ingresaron la policía y el ejército, con un rol bien preciso, en la dinámica de las luchas sociales. Y lo hicieron, durante decenios, para volcar la balanza a favor de los empresarios, de los banqueros y de los estancieros. En defensa del orden. Del orden conservador, claro”.
Cores preguntaba y respondía: “¿Cómo fueron presentados por el Estado los luchadores sociales y políticos de la década del 60 y 70? ¿Cómo se formuló por parte del Estado el ingreso de las Fuerzas Armadas a posiciones de gobierno antes y después del golpe de Estado?”.
Entre 1972 y marzo de 1985 desde el Estado se sostuvo que en Uruguay no existían lo presos políticos. Había sí delincuentes subversivos. Se prohibió a texto expreso llamarlos de otra manera que no fuera esa. Cerraban una emisora o clausuraban un diario si se los nombraba usando otras palabras.
Los obreros y los sindicalistas, los luchadores de las organizaciones guerrilleras, esos subversivos eran, para el Estado, agentes de una conspiración mundial con centro en Moscú y La Habana; se proponían construir un Imperio Rojo. “El Planisferio Rojo” publicado por El País fue la expresión gráfica más espectacular de estos postulados. (…) Las fuerzas defensoras del orden conservador, eran, como expresamente lo dicen los textos de la Junta de Comandantes, “el último bastión de defensa de la patria ante la agresión externa”. Habían salido de los cuarteles para salvar al país. (…) Para ese pensamiento, los hombres y mujeres que estuvieron presos, lejos de ser víctimas de la represión del terrorismo de Estado, son “enemigos” a los que se derrotó, sobrevivientes de una agresión a la patria oportunamente conjurada por la acción sacrificada de las Fuerzas Armadas”.
Cores en esas reflexiones de pocos meses antes de su muerte, pronosticaba que “con el advenimiento del gobierno popular retoma vigencia la cuestión de la reparación a las víctimas de la dictadura”, y al referirse a ella decía que “debe ser completa y empieza por el restablecimiento de la verdad”.
Si como Hugo Cores analizaba, la realidad en la que se encontraba el gobierno progresista era “el resultado de una hermética política a favor de la impunidad llevada adelante durante más de veinte años por blancos y colorados”, no se entiende que el Uruguay siga “postergando su actualización en relación a la vigencia en el país de los Tratados Internacionales” y para ello declare la nulidad de la ley de caducidad. Menos puede entenderse aún, que se propicien iniciativas que extienden el ocultamiento de la verdad, al contexto histórico en que se cometieron tantas violaciones a los derechos humanos.
Para finalizar estas reflexiones sobre algunos problemas del presente, rescatando –como homenaje-, el pensamiento de Hugo Cores, trascribimos esto: “Una comunidad desinformada acerca de su pasado inmediato no está en condiciones de tomar el presente en sus manos. Actúa por inercia o por las órdenes de jefes, tecnócratas o profetas, amplificados de acuerdo a la voluntad de los medios de comunicación que reproducen siempre el poder de unos pocos. Conocer el pasado libera, provee de herramientas racionales con las que, asumiendo la realidad de lo pasado, enfrentar lo porvenir”.
En esa tarea, es imprescindible poner todos nuestros esfuerzos y desvelos.

Raúl Olivera Alfaro.
Integrante de la Secretaria de DD.HH y Políticas Sociales del PIT/CNT.
Artículo publicado en la revista de AFCASMU “Internos”.

viernes, 22 de diciembre de 2006

1986-22 de diciembre-2006. A 20 AÑOS DE LA INSTALACION DE LA IMPUNIDAD EN EL URUGUAY.

El pasado 21 de noviembre, un conjunto de ciudadanos llamaron a la constitución de una Coordinadora Nacional por la anulación de la ley de caducidad.

Desde aquel 22 de diciembre de hace 20 años, el Poder Ejecutivo de los gobiernos blancos y colorados se pararon ante la puerta de los tribunales de justicia, impidiendo que el reclamo del derecho a la justicia se hiciera efectivo.
Los cambios que instalaron en el país los ciudadanos el pasado octubre de 2004, hicieron posible lo único que puede hacer un gobierno sin violentar el derecho interno vigente: permitir a partir de una aplicación no arbitraria ni antojadiza de la ley de caducidad que los ciudadanos pudieran presentarse ante los magistrados reclamando justicia.
Sin embargo ese avance sustancial que se produjo con relación a las gravísimas violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura cívico-militar, no garantiza la vigencia del precepto democrático fundamental de que todos debemos ser iguales ante la ley.
Algunos de los responsables de los asesinatos de Michelini, Gitierrez Ruiz, Barredo y Withelau, pudieron ser enjuiciados, pero los responsables del asesinato de Hugo de los Santos, no.
Algunos de los responsables de la desaparición de Adalberto Soba, pudieron ser enjuiciados, pero los responsables de la desaparición de Gerardo Gatti y otros desaparecidos en Argentina, no.
Alguno co autor de la desaparición de Elena Quinteros pudo ser enjuiciado, pero los autores materiales del secuestro, no.
Pese a que el Poder Ejecutivo actual, no es el perro guardián de la impunidad instalado a las puertas de los tribunales, los ciudadanos que acuden a los juzgados no tienen la seguridad jurídica de que sus derechos serán atendidos. Ese triste y lamentable suerte para sus familiares y para la sociedad uruguaya, es la que sufrió el caso de María Claudia García del Gelman.

El mantenimiento en nuestro ordenamiento jurídico interno de una norma como la ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado, no solo expone al país ante la comunidad internacional. También obliga al gobierno progresista a sujetarse a esa ley y trasladar esa desigualdad ante la ley, a las victimas.

No es este el modelo de convivencia social que las generaciones actuales reclaman con plena vigencia de los derechos humanos, sin miedos, sin impunidad y sin obstáculos para juzgar a quienes amparados en el poder de la dictadura, cometieron las más crueles violaciones de los derechos humanos.
A 20 años de instalada la impunidad, llamamos a los ciudadanos a suscribir el llamamiento de constitución de la Coordinadora Nacional por la anulación de la ley de caducidad y a sumarse a las actividades que conduzcan a ese fin.
Para ello, el 22 de diciembre se instalaran cientos de mesas en todo el pais, para que se adhieran a la misma.

viernes, 8 de diciembre de 2006

UN TIEMPO DE MEMORIA


EN MEMORIA DE HUGO CORES.
Articulo firmado por Raul Olivera y Sara Néndez, publicado en Brecha del 8/12/06

El miércoles cuando terminaba el día, se termino un tiempo. No el de Hugo, aunque es cierto que culminó su presencia física entre nosotros- si, un tiempo de la memoria.
Hugo debió ser el portador durante sus últimos 30 años de vida, con una parte importante de nuestra memoria. También debió cargar con la responsabilidad de que una parte de esa memoria, fuera una memoria organizada y combatiente.
Era hasta esa noche, el único sobreviviente de la primera dirección del Partido por la Victoria del Pueblo, por eso con él se fue un tiempo de la memoria. También nos secuestraron un tiempo de la memoria, con Gerardo, con León, con Alberto. Mauricio, al igual que Hugo anoche, se le paró el corazón en una calle de Montevideo y otro tiempo de la memoria se fue con él
La memoria puede ser para las personas, una pesada e insoportable carga. Para las personas que optan por organizarse para la acción política, es un insumo insustituible. Tanto para fortalecer los lazos personales con los compañeros de lucha, como para no olvidar de donde venimos y hacia donde nos propusimos ir.
Quizás, nunca tengamos la capacidad de sopesar la carga que significó a él, tener que ser desde su exilio obligado en Europa un testigo impotente del genocidio, la tortura, el robo de sus hijos y la cárcel de sus más entrañables compañeros. Y también con los naufragios personales del exilio de los sobrevivientes, rearmarse para seguir la lucha.
Hugo era un polemista, un discutidor, con una profundidad y una sabiduría que iba enseñando. Sabía ser filoso en sus razonamientos, sin herir más que lo que era su preocupación fundamental: las ideas que guían la acción política. Sus razonamientos, no descartaban, un fino humor.
Supo representar en su persona y en sus opiniones una corriente de la izquierda. Esa no es una tarea fácil. Sobre sus editoriales o las contratapas de los lunes en La república; sobre sus discursos encendidos y hasta sus libros, solía consultar a sus compañeros. Sabía prestar especial atención a las críticas de sus adversarios políticos.
Dije y me corrijo, que sus discursos eran encendidos. Era un orador de barricada, de esos que soplan la llama ya encendida de sus oyentes. No buscaba la llama, sino la braza, más perdurable.
Fue uno de los primeros objetivos de la patota de represores uruguayos que actuaron en Argentina. Fue uno de los artífices de la denuncia a la dictadura, del trabajo en el exilio que evitó la tentación de “desensillar hasta que aclare”.
Luego de su obligado exilio en Paris, se fue acercando a la región radicándose en Brasil. Donde nuevamente la patota de represores uruguayos lo intenta secuestrar en 1978.
En 1984, fue uno de los impulsores del habeas corpus colectivo presentado por todos desaparecidos uruguayos en la Argentina, en el que se documenta y fundamenta la coordinación represiva en ambas márgenes del Plata.
Ya en Uruguay, en una oportunidad atentaron contra su vida, poniéndole una bomba en su auto.
Fue diputado y cuando debió hacerlo, renunció a su banca. Supo poner su prestigio y su batallador discurso, para que un Congreso del Frente Amplio se volcara a extender sus políticas de alianzas en el marco del Encuentro Progresista.
Su compromiso con la verdad y la justicia, lo encontró en esa última reunión del Secretariado del PVP, preocupado por la marcha de la nueva causa que se presentaría reclamando verdad y justicia para Gustavo y Nelson, los compañeros desaparecidos en 1977, en Paraguay. Y porque lenta pero inexorablemente se terminara con la impunidad en el país.
Conocí y milite junto a él, hace casi 40 años. Lo conocí buscando empecinadamente la justicia, cuando éramos simples, puros, rigurosos. El tiempo y sus cambios convirtieron la simpleza en complejidad, la pureza en complicidad y el rigor en un abanico inabarcable de matices. En ese mundo Hugo siguió buscando la justicia, porque siguió siendo simple, puro y riguroso.
Se termino, es cierto, un tiempo de la memoria. Habrá que encontrar nuevos hilos, que en el viejo telar del socialismo y la libertad, se mezclen con la vieja e indestructible urdimbre de nuestro pasado. Que así, sea.

Raúl Olivera – Sara Méndez