viernes, 30 de mayo de 2008

Presentacion del libro HUGO CORES LA MEMORIA COMBATIENTE EN LA CIUDAD DE MINAS.



Presentaron “Hugo Cores, la memoria combatiente”.
NOTA PUBLICADA EN EL SEMANARIO “AREQUITA” DE LA CIUDAD DE MINAS, el 30/05/08.


En instalaciones de Hotel Verdún fue presentado días atrás el libro “Hugo Cores, la memoria combatiente”, en base a compilaciones realizadas por Raúl Olivera y Sara Méndez, obra que fue prologada por la Lic. Constanza Moreira. El colega Gorge Gómez fue el encargado de hacer la apértura al acto. Previo a ello, sobre las características de esta obra, dialogamos con Olivera y Méndez en los siguintes términos.
-¿En qué circunstancias conocieron a Hugo Cores?
Raúl Olivera: en lo personal lo conocía fines de la década del ‘60. Empezamos a militar juntos en la Resistencia Obrero Estudiantil. En aquel momento yo integraba la Dirección del Sindicato de Trabajadores Ferroviarios, la Unión Ferroviaria, y él en ese período era militante sindical de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay. Es decir que nuestro primer encuentro en realidad, creo no equivocarme, fue en el Sindicato de Funsa, que dirigía León Duarte. En realidad me lo presentó un compañero ferroviario que murió por torturas en la dictadura, el 13 de diciembre de 1973. Ese es el recuerdo más lejano que tengo de Hugo.
Sara Méndez: yo lo conocí a fines de la década del ‘60, pero no llegué a tener un contacto directo con él, por que él era una persona que estaba a nivel de Dirección y yo era una persona que recién me integraba. La FAU tiene poco tiempo de legalidad en ese período ya que a varias organizaciones políticas las ilegalizaron, las clausuraron en ese momento. En la Resistencia Obrero Estudiantil, ahí sí tenemos un contacto más directo, él como militante de bancarios y yo como estudiante de Magisterio, militante gremial también. Había un centro que en ese momento era el Sindicato de Funsa, un lugar de nucleamiento de lo que era la resistencia obrero estudiantil, que era una re unión de agrupaciones combativas, tanto de estudiantes como de obreros. De ahí parte nuestra relación que fue de muchos años y transcurrió por distintas etapas. Lo seguí viendo en Argentina, luego él fue expulsado de aquel país, y después nos reencontramos en 1984, en Argentina, y cuando regresa al Uruguay continúa el contacto político y la relación personal. Llegamos a ser amigos, frecuentarnos, no solo a través de lo que era la militancia política sino también en lo personal, donde una sólida amistad nos unía.
- ¿Cómo lo definirían si tuvieran que señalar algunos valores que adornaron su vida?
Sara Méndez: era un combativo. Cuando nosotros escuchamos su discurso nos damos cuenta que era un hombre que tenía una fuerza muy grande de reacción ante la injusticia. Era evidentemente un hombre de clase, tenía incorporado lo que eran los valores de la clase trabajadora de la que provenía, pertenecía a una familia modesta de obreros. Era una persona que reaccionaba ante la injusticia con una gran vehemencia y una gran consecuencia. A lo largo de su vida vemos las permanentes detenciones, atentados y siempre Hugo permanecía al frente.
Raúl Olivera: yo compartí con Hugo responsabilidades políticas antes de la dictadura. Durante la Huelga General fue de las últimas veces que nos vimos en Montevideo y luego compartí responsabilidades políticas a partir de su regreso al Uruguay. Yo lo definiría como tres veces profesor: es decir, era Profesor de Historia, era Profesor en Política y era un Profesor en Ética, y en ese sentido era de esos profesores a partir del cual enseñaba no solamente con lo que decía sino con lo que hacía. Hugo era una persona fuera de serie en todo sentido, no era un disciplinado políticamente, era capaz de tener las salidas más insólitas en su comportamiento, ya sea en plena Huelga General, cuando él era clandestino ya, y sin embargo él siempre rompía los esquemas en cuanto a cuál era su reacción frente a las cosas que a algunos nos paralizan. El tenía una impronta desafiante y eso le venía de sus orígenes anarquistas.
- ¿Cómo fue el regreso de Hugo al Uruguay, una vez reinstalada la democracia?
Raúl Olivera: él cargó sobre sus espaldas algo muy pesado, fue detenido en Argentina, estuvo desaparecido un período, no desapareció del todo por que hubo una movilización muy intensa —hasta intervino el Vaticano-, es decir una movilización de todos sus compañeros que obligaron a quienes lo tenían secuestrado, militares uruguayos y argentinos, a hacerlo aparecer. Ahí estuvo preso en la Argentina, en Sierra Chica, compartió la cárcel con Enrique Erro y con otros uruguayos que estaban también presos. Luego es expulsado de la Argentina y se radica en Francia. La expulsión lo salvó de haber tenido el destino que le esperó a Duarte, a Gerardo Gatti y a 30 militantes del PVP que hasta hoy están des aparecidos. En París tuvo que hacer una tarea titánica que era reconstruir la organización política que la acción coordinada del ejército había diezmado. Tuvo que esperar a todos los compañeros que salvaron su vida, llegaban al exilio no solo con la derrota política sino con el drama personal de lo que le había pasado a sus compañeros, y Hugo con todo eso tuvo que organizarse en el exilio y hacer lo mismo que en un momento se hizo por él, que era la campaña por tratar de que aparecieran los compañeros que estaban desaparecidos. El hecho de haber sido el último sobreviviente de la primera Dirección de PVP fue algo que le pesó toda la vida. Fue él y Mauricio Gatti. Mauricio muere de un ataque al corazón en Montevideo y Hugo tuvo que cargar sobre sus espaldas esa responsabilidad y seguir actuando en política, en lo que él creía, en el Frente, como Diputado, como periodista, y en todos lados haciendo eso que es el título del libro, hacer una memoria combatiente de lo que pasó para trasladárselo a sus compañeros de militancia política y a sus alumnos. No tuve el privilegio de ser su alumno, pero si me han contado algunos de ellos que sus clases eran muy importantes. No era de esos de abrir el libro simplemente, les llevaba películas, les pasaba videos, era una forma de que las nuevas generaciones supieran sobre el pasado reciente del Uruguay. Eso lo desarrolló durante toda su vida y sobre todo en el gran desafío que tuvo que fue la lucha contra la impunidad, contra la Ley de Caducidad. En ese sentido sus últimos esfuerzos estuvieron centrados en ese tema.
-En el momento de su muerte fue definido como un imprescindible de la izquierda uruguaya...
Raúl Olivera : sí, yo creo que lo es. Estamos viviendo una experiencia nueva y Hugo, a pesar de no tener cargos de gobierno, era una persona que en los momentos cruciales jugó papeles muy importantes. Hay que recordar que Hugo en un Congreso del FA, cuando estaba en definición la construcción del Encuentro Progresista, lo que permitió ese salto de la izquierda de llegar al gobierno, una oratoria de Hugo, de esas encendidas, cargadas de argumentos, muy convincente, logró dar vuelta un congreso que todo parecía indicar que se iba a oponer a ese movimiento que hacía la izquierda que era abrir sus puertas a la integración de nuevos sectores. Eso lo marca a él, como cuando tuvo diferencias con el Movimiento de Participación Popular La fuerza política de la que también fue fundador, no tuvo ningún empacho en entregar su Banca, abandonar el Parlamento y seguir dando la batalla en función de sus convicciones desde el punto de vista que tenía la coherencia política, pero no la coherencia esa que equivale a siempre pensar lo mismo, sino coherencia de actuar de la mejor manera en los momentos de cada coyuntura, tomando los nuevos elementos que hubiera, y en ese sentido siempre pensando en cómo se avanzaba en un proyecto de izquierda en el Uruguay.
-En esa coherencia, ¿cuál sería su posición frente al gobierno de Izquierda?
Raúl Olivera: tendría la misma posición que tenemos nosotros ahora. De alguna manera somos los continuadores en la fuerza política, somos una fuerza política en la cual vemos las cosas positivas, y cuando vemos las negativas las anotamos. Creo que lo peor que le puede pasar a una fuerza política es ser obsecuente y nosotros no lo somos, pero creemos en la unidad, esa es una gran diferencia con quienes también tienen diferencias con la fuerza política pero que no creen en la unidad. Hugo fue un protagonista de la unidad del movimiento sindical. Pertenecía a una corriente anarquista que estaba muy enfrentada con los comunistas que eran mayoritarios en el movimiento sindical, y él fue capaz de unirse con quienes tenía una diferencia profunda porque creía en que aún pensando distinto es necesario conformar la unidad. Y era muy respetuoso de las decisiones, tuvo muchas diferencias, incluso en torno a la Ley de Caducidad, y siguió dando la batalla. De alguna manera unos pensaron que esa batalla estaba perdida, hoy se cristalizó en lo que el FA no quiso hacer en un Congreso anterior. Eso es producto de una coherencia que radica en incorporar las cosas nuevas, siempre pensando en cómo se avanza en los objetivos que uno tiene planteado.
-La obra escrita de Cores es muy proficua. Como compiladores de este libro, ¿qué criterios tuvieron en cuenta a la hora de seleccionar el material? ¿Por qué están presentes estos textos y no otros?
Raúl Olivera: se cumplía un año de la muerte de Hugo, había y hay varios proyectos, hay una periodista y compañera, Ivonne Trías que está escribiendo una biografía de Hugo. Quien fue su compañera, Constanza Moreira, estaba con un proyecto de trabajar sobre las contratapas de La República, los editoriales, trabajar sobre todo eso. Es una obra muy extensa, llegaba el primer aniversario de su fallecimiento y pensamos que había que editar algo. Este libro en realidad ya estaba escrito. Una politóloga chilena, radicada en Cuba, vino al Uruguay y en aquel momento reunió a todos los líderes políticos más importantes del Uruguay: Hugo Cores, Fernández Huidobro, Esteban Valenti, Enrique Rubio, Héctor Rodríguez, de alguna manera todas las principales figuras del momento. Los reunía en mesa redonda y les empezaba a preguntar sobre distintos temas para desarrollar la experiencia del FA en el Uruguay. Eso se publicó en dos tomos por La República. Nosotros tomamos ese libro y le sacamos todo lo que tenía que ver con respuestas de otros protagonistas y les dejarnos las de él. Sin embargo uno lee el libro y piensa que en realidad es un libro que lo hizo Hugo solo. El prólogo lo hizo Constanza Moreira y hay una actualización final con dos o tres editoriales sobre temas importantes: La Ley de Caducidad, la realidad latinoamericana y la realidad del Frente.
-Cinco años en la vida de un país es muy poco. Un proceso de cambio real lleva mucho más tiempo. Que el balotaje no figure en la agenda política, ¿acaso no hace peligrar esa continuidad de los cambios?
Raúl Olivera: si, es una posibilidad. Lo vimos en el pasado cuando se aprobó la Reforma Constitucional donde tuvimos diferencias con la instalación de ese mecanismo. Cinco años es poco en la vida de un país, sobre todo cuando los cambios que precisamos en el Uruguay son en materia cultural, porque queremos que la gente se inmiscuya y participe de la gestión del gobierno, que defina las cosas que hay que hacer. La gente nuestra, desde hace 50 años, tiene una relación con el Estado no de cooperación sino solamente de demandas. Esos son cambios culturales que tenemos que ir profundizándolos. Otro aspecto que es importante es que hay una estructura político jurídica para que el país funcione de determinada manera. Hay un sistema perverso que radica en una estructura para que sea así.
Hay que visualizar las distintas realidades, sobre todo las del interior del país. Es decir, no se puede hacer la receta de Montevideo en cuanto a la participación ciudadana en el gobierno, trasladarla a Lavalleja o a Canelones, hay que reflexionarla con los actores locales para que de alguna manera incorporen lo que son las realidades de cada departamento.

viernes, 2 de mayo de 2008

En el "caso Tróccoli", no todos somos responsables.

Articulo publicado en TRabajo y Utopia Nº 78 mayo 2008

A este Estado hay que cambiarlo, de arriba abajo y de abajo a arriba.
Hay que domarlo, hacerlo sociable, útil para la comunidad.
Sacarle las mañas, la mala leche y el veneno.
Terminar con esa infinita, detallada y minuciosa manera que tiene el poder administrador de ser factor de hostilidad y de estafa ante el pueblo y sus propios funcionarios.
(Hugo Cores)

Mientras el represor goza de una libertad inmerecida en Italia, los uruguayos parecen estar condenados a debatir los minutos, horas o días que se malgastaron desde que el Estado uruguayo supo de la detención del ex marino prófugo y los tres meses de plazo que tenía para solicitar su extradición y no lo hizo en tiempo. Esto ha sido objeto de minuciosos exámenes.
Parecería que cuanto más se diluyen las responsabilidades en los distintos tramos, que un trámite de ese tipo conlleva, más se diluyen las responsabilidades únicas e intransferibles del Estado uruguayo.
Es más, hasta se intenta estirar las responsabilidades a áreas que escapan a las responsabilidades directas del Estado, cuando éstas se trasladan a las personas que debieron traducir al italiano el voluminoso expediente.
En medio de esa operación donde el Estado y quienes están en su administración – el gobierno-, tratan de sacarse el lazo, aparece la ocurrente conclusión de un Senador de la República de que “todos somos responsables”. Y como todos somos responsables, ¿no hay nada que averiguar, ningún funcionario que sancionar, ninguna responsabilidad que establecer? ¿ Es solamente una “pelotudez telúrica” como la cataloga el Senador, de la que no están librados los familiares de las víctimas que durante muchísimos años han tenido que enfrentar la desidia y la complicidad del Estado y los abogados de estos, que en forma honoraria asumieron su representación?
Esta absolutamente claro y fuera de discusión de que el expediente librado por el Juez Charles para la justicia peninsular, llegó en tiempo a Roma por lo que existía plazo suficiente para presentar el pedido de extradición por quien cobra sueldo para ello.
Esta claro también, que los tramites que correspondían fueran realizados por el Poder Judicial, a través de la contratación de Traductoras públicas y los trámites previos para que ello fuera posible, fueron en un lapso de tiempo excesivo que no excusa la omisión final. Y que la falta de utilidad de la traducción de todo el expediente, resulta a la postre dinero malgastado de los ciudadanos, pues hasta ahora, todo parece indicar que no podrá ser utilizado.
A todo esto se suma, que el episodio ocurre en momentos en que esta a consideración una reforma del Estado, con el objetivo de transformarlo “para convertirlo en una estructura participativa, al servicio del ciudadano, en palanca del desarrollo productivo y en escudo de los débiles”. Los hechos del que nos ocupamos, nos muestran palmariamente que el Estado no estuvo en estos episodios al servicio de los ciudadanos y que en vez de ser un escudo de los débiles, lo fue de los genocidas como Tróccoli.
Es cierto que como se sostiene desde el documento que fundamenta las trasformaciones del Estado que impulsa el actual gobierno, “no debemos esperar que a través de una ley o decreto se cambie todo de un plumazo”. Pero principio tienen las cosas, si de lo que se trata es de responder a la exigencia de la gente que “quiere un Estado más moderno y eficiente, más humano e inclusivo, más cercano y más rápido”.
Si la ineficiencia, lo inhumano y lo lento, es una “pelotudes telúrica”, como sostiene el Senador, es hora de poner en práctica la estrategia que en el propio gobierno se pregona para “fortalecer una posición pro-activa del gobierno en materia de liderazgo de la reforma en el conjunto de la población”, librándonos de los sujetos que practican esas pelotudeses telúricas. No hacerlo es legitimar otra esfera de la impunidad, la de la arrogancia burocrática.
Pero si de lo que se trata es de fortalecer una posición pro-activa del gobierno en la transformación democrática del Estado, hay otros niveles del problema en este caso.
Recordemos que la omisión y la complicidad del Estado democrático uruguayo frente a su responsabilidad de establecer la verdad y castigar a los responsables de los crímenes del Estado dictatorial, obligó a que los familiares de las víctimas de esos crímenes y las organizaciones de derechos humanos acudieran ante tribunales de justicia de otros países para lograr en ellos ese legítimo e irrenunciable derecho a la verdad y la justicia. Más de una vez, esas posibilidades que se materializaban en decisiones de Tribunales de Argentina, de España, de Paraguay y de Italia, naufragaban ante la voluntad política de los gobiernos uruguayos de turno que no cooperaban o no hacían lugar a las solicitudes de aquellos tribunales extranjeros que querían información o la comparecencia de militares y policías. Hasta en algunos casos existió una posición pro-activa de aquellos gobiernos en materia de liderazgo en la consolidación de un reino de la impunidad, impulsando y coordinando leyes de indulto en la Argentina de Carlos Mennen.
Cada uno de esos esfuerzos realizados desde la sociedad civil tendientes a subsanar la omisión del Estado uruguayo, significo grandes esfuerzos humanos y materiales. Y cada una de las frustraciones ocasionadas por la acción u omisión de los gobiernos sostenedores de las políticas de impunidad, no sólo impedían la materialización o los avances en la verdad y la justicia; también atentaban contra aquellos esfuerzos humanos y materiales de la sociedad civil.
Durante muchísimos años el esclarecimiento de los hechos del pasado dictatorial a través de los testimonios, de la documentación, de la información en poder de las personas, estuvo atravesada por dos corrientes de acción; por un lado una desde el campo de las victimas que trataba de reconstruir los hechos e identificar responsabilidades, y por el otro desde el campo de los victimarios que con la complicidad o la omisión del Estado, ocultaba, obstaculizaba, desestimulaba y destruía toda posibilidad de esclarecimiento de los hechos.
En el marco de esa voluntad política de los gobiernos anteriores de consagrar y asegurar la impunidad, no es de extrañar que conocidos violadores a los derechos humanos continuaran ascendiendo en su carrera militar o policial, que connotados cómplices – como es el caso de los diplomáticos que redactaron el memorando secreto sobre el destino de Elena Quinteros-, continuaran su carrera diplomática sin siquiera sufrir una leve amonestación en sus fojas de servicio.
El cambio en la fuerza política que esta al frente de la acción del Estado, debe ser también un cambio en ese escenario. Y ese cambio implicaría por ejemplo que el Estado hurgara sin restricciones en sus archivos para aportar a la justicia los elementos que permitan identificar responsabilidades y castigar a sus autores. Implicaría por ejemplo, que todas y cada uno de los delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura- y que son de conocimiento del Estado-, fueran puestas en conocimiento de los tribunales uruguayos para que estos apliquen las penas que correspondan a cada uno de los responsables. Esto último, no es posible, pues el Gobierno no puede hacer con una mano, lo que impide con la otra en función de la aplicación de la ley de caducidad. Por esa razón anular dicha norma, es una contribución para que ese comportamiento pro-activo del gobierno, sea posible.
Los caminos de la Transformación democrática del Estado, también pasa por ese lado. Sin ninguna duda.

Raúl Olivera
20/5/08